EL FRACASO DE LA REVOLUCIÒN

10.09.2015 11:43

EL FRACASO DE LA REVOLUCIÒN

 

Rafael Rattia*

 

 La “revoluciòn” bolivariana, o hay que decir bolivaresca (por aquello de los bolívares, o dòlares) hace aguas. Esto dice el presidente colombiano Juan Manuel Santos.  Exactamente dice que la revoluciòn se està autodestruyendo. No hace falta que Santos lo certifique; LO QUE ESTÀ A LA VISTA NO NECESITA ANTEOJOS, reza la conseja popular. Hace ratos la revoluciòn hizo aguas. El barco del socialismo bolivariano zozobra y envìa signos de inminente naufragio en el encrespado mar del colapso general de la economía. El salario del venezolano se vuelve sal y agua. Los hospitales y ambulatorios dan grima. La delincuencia impone su estado de excepción en barrios, urbanizaciones, pueblos y caserìos de todo el paìs. El paìs se desangra por los cuatro costados. Los mejores y màs preparados ciudadanos emigran huyendo del peligro que corren sus vidas a manos del gobierno paralelo que impone el hampoducto nacional.

     Venezuela semeja la mìtica y legendaria “navis stultisfera” o nave de los locos que llevaba a los trastornados mentales, mar adentro, en la antigüedad griega. Sòlo que los timoneles del barco que metafóricamente es la actual Venezuela extraviaron la carta de navegación o en verdad nunca tuvieron una y navegan sin rumbo cierto y  a la deriva.

     Es indudable que el paìs està urgido de un cambio de rumbo. Nadie discute que el modelo econòmico centralista y estatista hizo aguas y el barco se hunde ante los ojos del mundo entero. Venezuela es el hazmerreír del resto de las naciones latinoamericanas. Las naciones que integran la OEA y la UNASUR ven el marasmo econòmico en que està sumergido nuestro paìs y no terminan de dar crèdito a lo que sus ojos ven. Nadie entiende lo que sucede en esta destartalada naciòn ahora que Venezuela abre los ojos a la terrible realidad de la inmensa borrachera de dòlares que ingresò a las arcas y a la hacienda pùblica nacional. Aquellos manirrotismos trajeron estas deplorables condiciones mendicantes. El segundo gran boom petrolero, el segundo festìn de Baltasar, que viviò  la Venezuela de entre siglos XX y XXI sòlo sirviò para crear un remedo de paìs, un paìs de espanto y horror. Las razones que explican la carraplana econòmica del paìs on harto conocidas por todos los habitantes de nuestra maltrecha repùblica. a) corrupción administrativa casi legalizada y legitimada por la impunidad y la anuencia gubernativa, b) sobornos y trapisondas en todos los niveles y modadlidades del entramado burocràtico institucional estadal nacional, regional y municipal (ahora tambièn comunal), c) cohonestaciòn y connivencia con la laxitud de la ètica administrativa en el ejercicio de las funciones del empleado pùblico que se patentiza en la triste expresión: “no quiero que me des, sòlo ponme donde hay”. ¿Quièn se cuerda del legendario “còdigo de ètica del funcionario pùblico”? Si usted cita algún numeral de tan urgente y necesario “decálogo de la pulcritud administrativa” del empleado pùblico, de inmediato es tildado de “memez ilustrada” y otras perlas y linduras adjetivales. En nuestro paìs que denuncia el flagelo de la corrupción en cualquiera de sus formas y modadlidades se convierte en candidato seguro a un “carcelazo” injusto. Como dijo en su momento Gonzalo Barrios: “en Venezuela la gente roba porque no tiene razones para no hacerlo”. La revoluciòn bolivaresca y socialista del llamado siglo XXI institucionalizò la moral revolucionaria, es decir, instituyò y normalizò la conducta forajida del militante fiel y leal al partido ùnico en el ejercicio y desempeño de sus cargos y responsabilidades en las instituciones y organismos del estado. No otra cosa quiere decir: “con la revoluciòn todo, contra la revoluciòn nada”. Ello explica, entre otras cosas, la permisividad y la tolerancia gubernamental a las nefandas pràcticas inmorales de concusiòn, peculado de uso y doloso, malversación de fondos pùblicos y las genèricas y abominables pràcticas de corrupción y degradación moral que corroe las frágiles y endebles bases de la repùblica.

 

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(*) Historiador,  twitter @rattia